Authored by Griselda, local community organizer in Wake County. Original Spanish version included.

Escrito por Griselda, activista en el Condado de Wake. Versión original en español y versión traducida están incluidas. 

I am an undocumented immigrant who moved to North Carolina when I was 21 and have now lived here more than half my life. I decided to immigrate when I found myself suddenly unemployed and a single mother of a two-year-old. I soon discovered it was not as easy as I thought. I experienced homelessness and sexual exploitation that changed my course of plan and I ended up staying and eventually building a family.

It’s not easy arriving in a country that’s completely foreign, without knowing the language or the culture, and starting from zero. It means a lot of sacrifices, a lot of tears, and a lot of unknowns. As time passes by, you start adapting to the system and way of life in this country. And within your possibilities, you try to contribute as best you can to the system, like by paying your taxes. You even start enjoying the festivities and start feeling like you are part of the community.

During all this time that I have been living in this state, I have felt like very much like a North Carolinian. Nevertheless, everything changed a little over a decade ago, when North Carolina began passing a series of anti-immigrant measures. Those changes made me feel like I was not as welcome as I thought. They first stripped away our ability to get a driver’s license and a little after, we were hit again, yet harder, with the introduction of the 287(g) program, which allows sheriffs to collaborate with Immigration and Customs Enforcement (ICE).

In the North Carolina counties that participated in 287(g), hundreds of families were separated because relatives were put into deportation proceedings over minor infractions like not having a driver’s license, a broken taillight, or an expired license plate tag.

These attacks on the local level have been exhausting and they have been made worse by the Trump administration’s daily assaults -- through rhetoric, policy, and actions -- on immigrants.

This year, there was some sense of relief when new sheriffs across North Carolina -- including in my home county of Wake -- announced that they would stop working with ICE to target and detain family members. Anti-immigrant members in the General Assembly retaliated against those sheriffs seeking to protect their communities by passing House Bill 370, a measure that would require sheriffs to work with ICE or face penalties. Laws like H.B. 370 do not make our communities safer. Instead, they make people less trusting of police, and less likely to go to them for help or report crimes.

I have witnessed the deterioration of the mental health of my community as a result of these attacks.  Women have stopped receiving prenatal care for fear of being deported, and what’s worse, chosen to deliver their babies at home despite the risks that may bring. I have also had to witness how women suffer from domestic violence because they refuse to call the police for fear of being deported or their partner threatens to take away their children by calling the police and having them deported. The mental health of our children has also been gravely impacted, given that day to day we become closer to having someone around us be deported, and without us even wanting to, our fear is reflected in the eyes of a mother as she drives and a police car pulls behind her. That same fear has been transferred to our children’s schools, as many of our children’s education is impacted by them knowing that the day before a neighbor, a friend, or a family member has been deported. They go to school fearing that when they return, they won’t find their parents.

Undocumented people like me contribute to this state every day. Many of our family members, including our children, are U.S. citizens. We work, we pay taxes, and we deserve to live with dignity, respect, and above all, without fear. We would welcome the opportunity to come out of the shadows, but until lawmakers in Washington get their act together, all we can do is live one day at a time. In the meantime, I hope North Carolina legislators will sustain Governor Cooper's veto of House Bill 370--a law that seeks to spread fear, separate families, and make our communities less safe.

(Spanish version below)

Yo soy una mujer indocumentada quien lleva prácticamente la mitad de su vida en Carolina del Norte. Decidí migrar cuando me encontré desempleada y madre soltera. Pronto me di cuenta que no era así de fácil como me lo imaginaba. Mi experiencia sin hogar y ser sobreviviente de explotación sexual cambio el curso de mi vida y termine quedándome. 

El echar raíces implica formar y reunificar tu familia si eso es necesario, el cual no es nada fácil. No, no es fácil llegar a un país totalmente extraño, sin conocer el idioma, la cultura y comenzar desde cero. Implica mucho sacrificio, muchas lágrimas, muchos sin sabores. Conforme pasa el tiempo te vas adaptando al sistema y forma de vivir de este país y dentro de tus posibilidades, tratas de contribuir en lo más que puedas al sistema, como es el pagar impuestos. Comienzas incluso a disfrutar sus festividades, ya que te vas sintiendo parte de la comunidad.

Durante todo este que he vivido en este estado me sentí parte de esta comunidad Carolinense. Sin embargo, todo cambió hace poco más de una década, ya que a nivel gubernamental comenzaron a haber cambios. Esos cambios me hicieron sentir que no era tan bienvenida como yo pensaba ya que nos quitaron el derecho a tener una licencia de manejo. Poco después vino un golpe todavía un más bajo, el cual fue la entrada del programa 287g, un programa que permite la colaboración de los alguaciles con migración.

En los condados que participaron en 287(g), cientos de familias fueron separadas porque familiares fueron puestos en procedimientos de deportación a cause de infracciones menores, como no tener licencia de manejo, una luz del carro que no servía, una calcomanía vencida.

Estos ataques al nivel local han sido exhaustivos y solo han empeorado con los asaltos diarios de la administración de Trump usando su retórica, política publica, y acciones contra inmigrantes.

Este año, hubo un poco de alivio cuando alguaciles, incluyendo en el condado de Wake, anunciaron que pararían de colaborar con ICE. En respuesta, miembros anti-inmigrante en la legislatura estatal introdujeron y pasaron una propuesta, HB 370, como represalia contra los alguaciles que buscan proteger a sus comunidades. Esta propuesta requeriría que los alguaciles colaboren con ICE o sean destituidos de sus cargos oficiales. Leyes como HB 370 no hacen a la comunidad sentirse a salvo. Al contrario, la gente desconfía de la policía cual causa que no reporten crímenes o acudan para ayuda cuando la necesitan. 

Durante todo este tiempo he visto como la salud mental de mi comunidad ha ido al declive, como mujeres han decidido dejar de ir a tener cuidado prenatal por miedo a ser deportadas y lo que es peor, decidir tener a sus hijos en casa aun y con el riesgo que puedan incurrir. También, me ha tocado ver como mujeres que sufren violencia doméstica se abstienen de llamar a la policía por el miedo de ser deportadas o su pareja las amenaza con quitarles los niños, con llamar a la policía, para que sean deportadas. La salud mental de nuestros hijos también ha sido gravemente perjudicada, ya que día con día el cerco de conocer a alguien que ha sido deportado se va acercando más y más a ti, lo cual aun sin que queramos, nuestros hijos sienten el miedo reflejado en los ojos de su madre al ver que está manejando y un policía se le acerca por la parte detrás. Ese mismo miedo ha sido llevado a las aulas de las escuelas, ya que su rendimiento escolar no es el mismo y como va ser el mismo y si un día anterior un vecino, un amigo o un familiar ha sido deportado. Van a la escuela con el miedo de regresar a casa y no encontrar a sus padres.

Gente indocumentada como yo, contribuimos a este estado todos los días. Muchos de nuestros familiares, incluyendo a nuestros hijos, son ciudadanos. Día a día contribuimos a este estado, pagamos nuestras impuestos y merecemos vivir con dignidad, con respeto, pero sobre todo sin miedo. Queremos la oportunidad de salir de la sombra, pero hasta que ese día llegue, todo lo que podemos hacer es vivir un día a la vez. Hasta entonces, esperamos que legisladores sostengan el veto del Gobernador Cooper hacia HB 370, una propuesta de ley que solo busca intimidar y separar a familias inmigrantes.